Nutricosmética: alimentación para la belleza.


Las células de nuestro organismo requieren de una serie de principios activos para funcionar de forma correcta. Junto al cuidado personal y la actividad física, una adecuada alimentación que aporte estos nutrientes van a influir en nuestra salud y también en nuestro aspecto exterior.


No existen alimentos con un efecto milagroso, pero cumpliendo una serie de reglas a la hora de comer, retrasaremos el proceso natural de envejecimiento de nuestras células, incluidas las de la piel y cabello. 


¿Entonces, qué podemos hacer?



  1. Repartir la alimentación diaria en 5 comidas, prestando especial atención al desayuno. La proporción de la dieta diaria debe contener un 40% de hidratos de carbono, 30% de proteínas y 30% grasas.
  2. Aumentar el consumo de alimentos de origen vegetal, tales como los cereales integrales, frutas, verduras, hortalizas y legumbres. Estos alimentos serán la principal fuente de vitaminas y sales minerales. 
  3. Los pescados deben ser ricos en ácidos grasos omega 3 y omega 6, tales como el salmón, la caballa, las sardinas, el atún o el arenque entre otros.
  4. El aporte de grasas debe proceder del reino vegetal, fundamentalmente del  aceite de oliva y los frutos secos. La dieta mediterránea es una buena pauta para cumplir estas premisas.
  5. Debe aportarnos los aminoácidos esenciales, aquellos que el organismo no puede fabricar.

La  nutricosmética es la suplementación mediante una dieta equilibrada de los principios activos capaces de llegar hasta las células cutáneas, aportando así los elementos necesarios para su correcto funcionamiento.  


Estos principios activos que componen los nutricosméticos suelen ser las vitaminas, fundamentalmente las del grupo B, sales minerales como el magnesio, zinc y hierro, ácido fólico, ácidos grasos omega3, betacarotenos y otros.


Se suelen encontrar en tiendas de nutrición y es recomendable seguir los consejos de un experto en nutrición que nos indicará la forma de usarlos en dependencia de las carencias que se detecten en la dieta, pues no es aconsejable una sobrecarga de determinados nutrientes, ya que su eliminación afecta a órganos como el riñón, hígado y  corazón. 

En general, su uso se recomienda a partir de los 30-40 años y también en situaciones de excesivo consumo metabólico, como el embarazo o deportistas. Sus efectos suelen aparecer a las varias semanas de comenzar a complementar nuestra dieta.