Diferentes circunstancias tanto genéticas, inmunológicas, medioambientales o psicológicas pueden desencadenar una aceleración en el proceso de renovación de las células de nuestra piel, provocando la aparición de placas redondeadas enrojecidas y con escamas plateadas que aparecen en diversas partes de nuestro cuerpo y que denominamos psoriasis.
Aunque en algunos casos puede existir picor, en la mayoría de las ocasiones las placas de psoriasis no producen ningún síntoma, lo que hace que las personas que padecen esta enfermedad acudan al médico fundamentalmente por motivos estéticos.
El proceso de renovación de las células de nuestra piel comienza en las capas más profundas de esta, donde nacen las células nuevas que van ascendiendo a la superficie para sustituir a las células más viejas que se van perdiendo por descamación. Este proceso suele durar aproximadamente un mes, pero en determinadas situaciones, como ocurre en las psoriasis, puede durar apenas 2 días, por lo que se producirá un acúmulo de células en la superficie de la piel, apareciendo así los parches o placas redondeadas característicos de esta enfermedad.
El origen de esta aceleración en el proceso de renovación celular de la piel se encuentra en nuestro sistema defensivo, donde unas células denominadas linfocitos T, pueden ser activadas de forma inadecuada por determinados factores, tales como:
- Genéticos: algunas personas que padecen psoriasis tienen antecedentes familiares, lo que indica que determinados genes están relacionados con la enfermedad.
- Psicológicos: las situaciones de estrés o tensión emocional pueden tanto provocar como agravar esta enfermedad.
- Medioambientales: los cambios en el clima que resecan la piel, determinadas infecciones y algunos medicamentos (antiinflamatorios, antihipertensivos o litio, entre otros), la obesidad o determinados cambios hormonales.
Aunque el tamaño de las lesiones puede variar desde pequeños punteados hasta placas de grandes extensiones, todas ellas tienen características en común. En todos los casos estas placas enrojecidas y cubiertas por unas escamas blanquecinas suelen tener unos bordes netos que delimitan la lesión de forma bastante clara, ademas cuando se arranca rascando una de estas placas aparece también en todos los casos una hemorragia en forma de puntitos (signo de Auspitz).
En la forma más común de psoriasis, denominada psoriasis vulgar, las zonas más afectadas son las rodillas, codos, zona lumbar de la espalda, cuero cabelludo y ombligo. En la mitad de las ocasiones se ven afectadas las uñas de las manos, apareciendo unos hoyuelos, debidos a la atrofia y manchas de color pardo. Este tipo de afección ocurre algo menos frecuentemente en las uñas de los pies (35%).
Una vez que nuestro dermatólogo haya diagnosticado que la enfermedad que padecemos es psoriasis, generalmente mediante una pequeña biopsia y dado que se trata de una enfermedad crónica, ya que una vez se haya manifestado persistirá toda la vida, se debe instaurar un tratamiento con el fin de que los periodos donde desaparecen las placas sean lo más largos posibles.
Actualmente el tratamiento de la enfermedad esta basado en:
- Tratamiento tópico: mediante la apliación de cremas o pomadas sobre la zonas de lesión, con el fin de disminuir la inflación, frenar el proceso de renovación celular, ayudar al proceso de descamación y suavizar la piel.
- Fototerapia: basado en un tratamiento denominado PUVA, que combina un medicamento sensible a la luz, con la aplicación de rayos ultravioletas A.
- Tratamiento sistémico: que se aplica tanto por vía oral como por inyecciones. Generalmente reservado a casos rebeldes a los primeros tratamientos, psoriasis de gran extensión o que asocia infecciones. Se usan retinoides, metotrexato o ciclosporina.