Cuando realizamos un viaje en avión existen diversos factores externos específicos que influyen sobre el funcionamiento de nuestro organismo, nos referimos al grado de humedad, el ozono y las radiaciones cósmicas.
1.- Humedad relativa.
Existe una importante disminución del grado de humedad relativa en las cabinas de los aviones con respecto a otras situaciones más cotidianas como por ejemplo estar en nuestra casa. .Este bajo grado de humedad, que suele aproximarse al 20%, no suele presentar ningún riesgo para la salud, pero en determinadas personas puede provocar sequedad de la piel y mucosas, generalmente ojos, nariz y boca.
Esta situación hace recomendable llevar en nuestro equipaje de mano una crema hidratante para la piel o un spray nasal salino para humedecer las vías nasales. También aquellas personas que llevan lentillas y son propensas a sentir molestias en ambientes secos, pueden sustituirlas por gafas mientras dure el viaje. Como la cafeína y el alcohol tienen un efecto diurético (causando un aumento de la cantidad de orina), es aconsejable evitar su consumo en los vuelos de larga duración.
2.- Ozono.
Es una forma de oxígeno presente en la atmósfera superior y que puede entrar en la cabina del avión junto con el suministro de aire fresco. A diferencia de los aviones antiguos donde si se observaba niveles de ozono más altos de lo normal que en ocasiones provocaban irritación de los tejidos pulmonares, ojos y nariz, la mayoría de los aviones modernos disponen de conversores catalíticos que eliminan el ozono sobrante, por lo que de forma usual estos problemas de salud no se dan.
3.-Radiaciónes cósmicas.
Son las constituidas por las radiaciones procedentes del sol y del espacio exterior. Como la atmósfera terrestre y su campo magnético son pantallas protectoras naturales, según ascendemos de altura al viajar en avión, los niveles de protección frente a estas radiaciones son menores. Además y debido a la forma de los campos magnéticos de la Tierra, la intensidad de estas radiaciones son mayores en las zonas polares que en las ecuatoriales.
Pese a este aumento de las radiaciones cuando los aviones alcanzan las altitudes de crucero, no se ha podido demostrar en ninguna investigación científica un efecto perjudicialmente significativo en la salud de los pasajeros ni en la de los tripulantes.
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