La actividad física recomendada como un hábito de vida saludable, se divide en 2 tipos: aeróbica y anaeróbica. Ambas se desarrollan en distintas circunstancias y sus repercusiones para nuestro cuerpo también son diferentes.
El ejercicio aeróbico obtiene la energía de los hidratos de carbono y lípidos, siempre en presencia de oxigeno, dejando como residuo poca cantidad de ácido láctico. En el participan los grandes grupos musculares de forma dinámica, rítmica y generalmente continua con una duración adecuada que no debe exceder los 60 minutos.
Como respuesta al ejercicio aeróbico nuestro organismo aumenta la cantidad de sangre que circula (volemia), los ventrículos del corazón se dilatan y la pared muscular de estos se hace más potente. Como consecuencia de todo esto, la cantidad de sangre que puede salir durante una contracción ventricular (sístole) es mayor, por lo que el corazón necesita latir menos veces en un minuto para aportar las misma cantidad de sangre al organismo.
Como todo esto sucederá tanto cuando se hace ejercicio como cuando se está en reposo, podemos decir que los beneficios del ejercicio aeróbico sobre nuestro sistema cardiovascular son mayores que los que producirá el anaeróbico.
El ejercicio anaeróbico se realiza con mucha mayor intensidad y en muchas ocasiones llegando al 100% de la frecuencia cardíaca máxima, lo que impide obtener la energía en presencia de oxigeno. La energía se obtiene de los hidratos de carbono, pero al realizarse sin oxigeno, cuando este tipo de ejercicio dura más de 20 segundos los niveles de ácido láctico se disparan, por lo que se llama: ejercicio anaeróbico láctico.
La repercusiones que tiene el ejercicio anaeróbico láctico sobre nuestro sistema cardiovascular son: una nula dilatación de los ventrículos y un engrosamiento de la pared muscular de estos ventrículos, lo que puede provocar una obstrucción del flujo sanguíneo en el ventrículo izquierdo. Esto es mucho más evidente en los entrenamientos de fuerza isométrica que en los de tipo anaeróbico dinámico o isotónico.
En esta situación de entrenamientos de fuerza isométrica el volumen sístólico (cantidad de sangre que sale desde el ventrículo izquierdo por minuto) se eleva muy poco y por tanto la frecuencia cardíaca disminuirá también de forma escasa o nula.
En cambio en los entrenamiento de fuerza isotónica si que se producen modificaciones en el sistema cardiovascular, muy similares a las del ejercicio aeróbico.
Cuando el ejercicio es intenso, por la velocidad de desplazamiento, pero con una duración menor de 20 segundos, también se considera anaeróbico, pero sin dispararse los niveles de ácido láctico. En este tipo de ejercicios alácticos tanto la dilatación ventricular como el engrosamiento de la pared del ventrículo izquierdo son escasas o nulas.