La importancia del deporte en las personas diabéticas.

La introducción en el estilo de vida de las personas que padecen diabetes, tanto tipo 1 como tipo 2, de unos hábitos nutricionales saludables junto con ejercicios físicos aeróbicos, se convierten en dos baluartes para mejorar la calidad de sus vidas.

La actividad física, pues, es muy importante para el diabético, pero no cualquier tipo de programa de ejercicios va a mejorar la enfermedad, ya que incluso la mala dosificación puede poner en riesgo su salud desde un punto de vista metabólico y cardiovascular.

Antes de comenzar cualquier programa de actividad física, debe valorarse el estado general de salud, valorando fundamentalmente el estado cardiovascular tanto en reposo como dinámico y los niveles de glucosa en sangre junto con otros parámetros. En general, el deporte está contraindicado cuando la glucemia (glucosa en sangre) es igual o mayor a 250 mg/dl y la presencia de cuerpos cetónicos y especialmente en estados de descompensación.


Los programas de ejercicio deben contar en sus inicios con un protocolo de ejercicio aeróbico para 24 semanas, con un adecuado seguimiento. Este programa estará personalizado para cada uno según edad, estado de salud y condición física inicial.

Una modalidad fácil y viable para la mayoría de los pacientes es la caminata. A medida que progrese la condición física y valorando siempre el estado de salud podrá introducirse otras actividades aeróbicas como bicicleta, natación o trotar, tratando de no sobrepasar el 75% de la frecuencia cardíaca máxima. Se aconseja si es posible realizar la práctica deportiva mejor acompañado que solo.

Durante la realización del ejercicio cuando este es de intensidad leve-moderada y de duración prolongada de hasta 60 minutos, se produce un fenómeno metabólico denominado insulin-like, que consiste en una mayor avidez de las células por la glucosa que en ese momento circula por la sangre, asegurando así un trabajo más económico en la producción de insulina y mejorando con ello la efectividad en el control de la glucemia.

Al aumentar el gasto energético por la actividad física, se produce una reducción del tejido graso, lo cual de forma indirecta disminuye de forma significativa la resistencia que el organismo de determinados diabéticos tiene a la insulina.